Antonio Ortega Gutiérrez, Secretario General – Partido Frente Amplio
Hace 11 años se realizó el primer y único referéndum en la historia de Costa Rica, se decidía la entrada o no del país al TLC (CAFTA por sus siglas en inglés) con los Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana. En las urnas, el “SÍ” logró un 51%, sobre un 48 % obtenido por el “NO”. Existieron muchísimas anomalías durante el proceso, y atroces desigualdades entre los dos bandos, las clases adineradas y los poderes fácticos mostraron sus peores rostros, y nos demostraron cómo la democracia, las buenas formas y la mentada “vía costarricense” poco importan cuando se les tocan los bolsillos.
Hoy, a raíz de la discusión fiscal el país vive otra polarización social, acompañada igualmente de inmensas jornadas de movilizaciones populares, y donde también hemos visto las mismas caras y caretas del “Sí” haciendo lo suyo, 11 años después el libreto parece no haber cambiado tanto: poder económico, medios de comunicación, violencia de Estado, memorándums del miedo, puestas en escena, amenazas y chantajes. Aunque no se pretende hacer un paralelismos entre esos dos momentos de la historia reciente, los cuales deben de ser leídos con sus respectivos contextos y dimensiones, imposible no notar la presencia de los mismos expresidentes de la República en ambos episodios, a un solo coro, abogando a la responsabilidad “por Costa Rica”.
Los que sí parecen haber cambiado son algunos de los entonces compañeros y compañeras de ruta, hoy 11 años después nos encontramos con que el deseo por la justicia social y una mayor equidad se ha flexibilizado en ciertos grupos y ha mutado hacia una mueca de pragmatismo llevado al límite. Algunos se han visto reducidos a la suerte de ser asistentes y eficientes promotores de los sectores que han gestado un combo fiscal que empobrecerá a los ya de por sí pobres (así lo han aceptado sin sonrojarse). Hoy, resultaron ser muy obedientes de los manuales.
La página del TLC no se debe olvidar, tampoco la del Combo Fiscal, habrá que desconfiar siempre de las personas que con sonrisa estática llaman a desechar el pasado y vivir el presente, esa trampa de la desmemoria le ha costado caro a la humanidad. Y aunque el ser “progre” ya no es tan cotizado, la pobreza y la desigualdad están lejos de pasar de moda, tristemente aún no pueden darse semejante lujo.