Hace siete años la coherencia y la dignidad se quedaron caminando un poco más solitarias, hace siete años partió el compañero y amigo José Merino, uno de los oradores que más inspirara a la juventud costarricense en las últimas décadas.
Un político valiente, dispuesto a hablarle al poder, a disputarle, a enfrentarsele. Cosa que siempre le causó temor pero también respeto a las élites económicas más enquistadas en el control del país.
Un compañero generoso, cuya máxima cuando lo conocí era: “militemos y seamos felices”, tiempos después entendí mucho mejor su insistencia con ésto.
Un amigo atento, siempre preocupado por lo cotidiano, lo anecdótico, lo que algunos mal llaman “irrelevante”, ahí estuvo José siempre con una carcajada dispuesta y un brindis fácil.
José vivió y murió joven, y sigue joven. Yo le debo más de lo que se pueda escribir, desde el corazón o desde la praxis.
Nuestro homenaje es que no haya sido en vano lo tuyo, que no perdamos la capacidad de indignarnos de las injusticias en cualquiera de sus formas, ni perdamos tampoco la tenacidad y la suavidad para organizarnos, y de poder estar siempre:
“Con el puño cerrado frente a los enemigos de Costa Rica y con el brazo extendido y la mano abierta llena de amor para los que luchan en defensa de este país y de las condiciones de vida de la mayoría…”
¡Gracias, José!