Por Antonio Ortega Gutiérrez, Secretario General de Frente Amplio.
El pasado 12 de julio se cumplió un año de la dolorosa muerte del compañero Álvaro Rojas Valverde, histórico dirigente de la izquierda costarricense, dirigente de la izquierda histórica y fundador del Frente Amplio; fotógrafo análogo, perspicaz pensador, amante y conocedor del tango. Comunista imprescindible.
A Alvarito lo conocí desde que ingresé al Frente Amplio en el 2008, sin embargo, fue hasta un año después, en mayo del 2009, que pude interactuar con él más de cerca. Para entonces el partido estaba culminando su proceso paralograr inscribirse como fuerza nacional. En ese contexto desarrollé mi primera “tarea nacional”, la cual se trataba de convocar a las y los asambleístas de nuestra primera Asamblea Nacional, y pues Alvarito me supervisaba y era aquien le tenía que dar “el corte” de asistencia. En esa tarde aprendí dos lecciones vitales para los años venideros:
La primera fue la diversidad de sectores de la izquierda y del progresismo con los que el FA ha pretendido construir desde el momento de su fundación, y el reto y la tensión constante que dicha pretensión contiene casi que por definición. Y es que sobre algunos nombres que estaban cuidadosamente marcados, mi atento supervisor me hacía un breve recuento de quién era, a qué sector pertenecía y hasta por qué podía estar bravo o “empijamado”, dando a entender siempre lo necesaria que era la paciencia y la perseverancia para el desarrollo y el éxito de la empresa que estábamos dándonos a la tarea de construir.
La segunda lección fue realmente dos en una: que en la política revolucionaria “lo cortés no quita lo valiente”, y la necesidad de reconocer a los aliados estratégicos, ambas premisas necesarias para la llamada “política de alianzas”, tema en el cual el compañero Álvaro frecuentemente insistía. Y es que en aquella oficina desde un televisor encendido se transmitía en vivo una sesión ordinaria del Plenario Legislativo. Habría que recordar que aquel cuatrienio la discusión sobre el TLC con los Estados Unidos conformó dos bloques legislativos, el del “Sí” con 38 congresistas y el del “No” con 17, lo que generó, con justa razón, un ambiente de polarización que se sostuvo posterior al referéndum, y pues bueno, durante aquella tarde, mi joven y extraviada radicalidad escuchó al compañero Alvarito reconocer en algunos y algunas de nuestros más acérrimos contrincantes políticos algunas características que se podían respetar, e inclusive aseverando el cómo había algunas agendas en las que podíamos coincidir, sin traicionar nuestros principios.
Valga recordar que para aquellas fechas el compañero José Merino se encontraba en recuperación tras una cirugía, siendo Álvaro Rojas quien leyera en nuestra Asamblea Nacional, en nombre de José Merino, un discurso que llevaba por nombre: “Próxima Estación Esperanza”, a propósito de la canción del músico Manu Chao, titulo que me confirmaba a mí, con 20 años recién cumplidos, que estaba en el sitio indicado. Aquel discurso inauguraba el regreso de la izquierda en unas elecciones nacionales, proeza que se consiguió gracias al empeño, en un inicio de un pequeño grupo de compañeras y compañeros que tuvieron que escribir el partido “sin un cinco”, realizando asambleas en todos los distritos, cantones y provincias del país. Álvaro fue uno de ellos, y aquel domingo 17 de mayo del 2009 quedaría electo como Vicepresidente del Frente Amplio.
Un justiciero de la memoria.
Si en Costa Rica la historia oficial ya de por si sufre problemas de salud, ahora podemos dimensionar la suerte que ha tenido la historia no oficial, esa que cuentan sin micrófonos los derrotados, los que no salieron en las fotos, de las que no hablan los libros de texto. Fue de esa tan plebeya área desde donde el compañero, además de su militancia revolucionaria en muchas áreas de trabajo del Partido, dio una vez más, el paso al frente.
Resguardó una innumerable cantidad de información y datos sobre la historia nacional, el devenir de la izquierda costarricense, el internacionalismo, las luchas sociales; desde acontecimientos cruciales hasta detalles y anécdotas que provocaban indiscriminadamente carcajadas. Personalmente, y dejando clara la autoría, he hecho mías algunas de las frases que emanan tantas historias de huelgas, tomas, reuniones y asambleas.
Álvaro libró una batalla contra el olvido de los olvidados. En sus dos libros “Memoria Rojas” y “Legado”, el compañero plasma victoriosamente su histórico rol de Justiciero de la Memoria, poniendo nombre y rostro a los héroes y a las heroínas. Con palabras y con fotografías nos muestran la Costa Rica de las injusticias, de las luchas, de los pactos y los acuerdos, y la de la valentía obrera y campesina. Nos repasa por la entrega y tenacidad de una tradición de izquierda que supo de lucha y enfrentamiento; de negociación en pro de los de abajo; de paciencia y coraje; pero sobre todo amor a Costa Rica. Es mucho lo que nuestro país le debe a esa izquierda. Ambas publicaciones se hicieron con muchísimos esfuerzos económicos que Álvaro asumió como otro reto más, parte de su compromiso para con la historia.
Todas estas cualidades, y su entereza moral, lo convirtieron en los últimos años, en un referente moral por muchas personas jóvenes. Gozó de hacerse viejo con una especie de “imán” que atraía a las personas jóvenes, y debo de decir que no sólo en el mundo de la política partidaria, sino también desde la academia y del arte de la fotografía, área donde gozaba de un respeto y admiración. Así como aquella tarde del mayo del 2009 me dio dos lecciones políticas, sin pretensiones de hacerlo, sin verticalidades o moralinas, así conversó con todas esas personas que lo buscaban, y lo seguirán buscando en su obra escrita, gráfica, pero sobre todo en su ejemplo de vida. Muchas veces…