José Merino
1. La crisis económica y financiera que se presentó violentamente en el 2008 en Estados Unidos y que se propagó internacionalmente, con manifestaciones diferentes en países y regiones, se da en un contexto histórico en el que convergen tendencialmente diversas crisis que permite hablar de crisis de civilización, entendida como crisis de las condiciones de reproducción social en relación a los ecosistemas planetarios y la degradación de la biosfera. Sin embargo, la gravedad de la crisis no ha significado—hasta el momento ni parece que en el horizonte próximo—el fin del neoliberalismo y de la hegemonía estadounidense. Hay crisis del neoliberalismo pero el sistema capitalista la enfrenta con cierta eficacia, recurriendo a las ayudas masivas a los sectores financieros y a determinadas empresas, intensificando los recortes sociales y otras medidas mezcla de neokeynesianismo y de neoliberalismo puro y duro. Lo importante políticamente es destacar que ningún sistema se derrumba automáticamente y se sustituye por otro, mientras no haya proyecto y fuerza alternativa capaz de lograrlo. Ese proyecto y esa fuerza no está presente por ahora en la arena internacional.
2. A pesar del declive de su hegemonía, Estado Unidos sigue siendo la única potencia dominante que mantiene unido el sistema. Su primacía militar, económica, financiera y cultural no sólo es todavía indiscutible, sino que las otras potencias aceptan en general su papel dominante y no lo contradicen en asuntos de importancia estratégica. Juntos, China, la Unión Europea, Japón, India , Brasil y Estados Unidos representan más de la mitad de la población mundial y alrededor del 80 por ciento del PIB mundial. Hay contradicciones que con toda probabilidad se harán más ostensibles y hostiles en el futuro, pero de momento todos—con diversa gradualidad—se consideran socios de un sistema complejamente articulado, que nadie se atreve a romper y desafiar. El declive de la hegemonía estadounidense se manifiesta en la pérdida creciente de peso en la economía global y en la insostenibilidad de un mundo unipolar, por eso el creciente despliegue de su poderío militar, su involucramiento en nuevas guerras y aventuras armadas, su uso especulativo de la que sigue siendo la moneda internacional de reserva dominante. La tendencia será hacia mayores grados de conflictividad, pero con el temor de sus potenciales adversarios a romper el orden capitalista global, cimentado por el poder imperial. A corto plazo el foco más explosivo seguirá siendo el Medio Oriente, donde existe el riego de una conflagración de alcance mundial.
3. América Latina es la parte del mundo donde se vienen produciendo los cambios más esperanzadores para las fuerzas de izquierda y progresistas.Si pensamos en lo que pasaba hace diez o veinte años, los cambios han sido realmente espectaculares, con la emergencia de potentes y diversos movimientos sociales que no por casualidad fueron fundantes del Foro Social por Otro Mundo Posible, y con la llegada al gobierno de partidos populares y de izquierda apoyados en mayorías sociales y electorales. A pesar de la gran diversidad, de esperanzas cumplidas y de expectativas frustradas, el péndulo se ha movido del neoliberalismo dominante e incontestado a un abanico de alternativas políticas y sociales de carácter progresista. El avance en los procesos de integración es muy prometedor, y todos los gobiernos de signo izquierdista o progresista presentan balances más positivos que los gobiernos de la derecha que los antecedieron. El reciente encuentro del Foro de Sao Paulo que se reunió en Buenos Aires planteó que la izquierda latinoamericana tiene que responder a una situación caracterizada por: a) una crisis del neoliberalismo, en un momento en que el pensamiento crítico se está recuperando de los efectos de más de dos décadas de defensiva política e ideológica; b) la crisis de la hegemonía estadounidense, sin que exista un sustituto hegemónico, creando una situación que fomenta el multilateralismo, la fomación de bloques regionales y alianzas cruzadas; c) la crisis del modelo actual de acumulación de capital, sin que sea visible cuál es la alternativa sistémica; d) la crisis del desarrollismo conservador en América Latina, estando en curso una transición hacia un postneoliberalismo, cuyas características se están definiendo a lo largo del camino.
4. El ascenso de las fuerzas de izquierda y progresistas, ha reactivado al imperialismo y a la derecha del Continente. Asistimos a una ofensiva para frenar y revertir los procesos de cambio. Hay una estrategia militar, política, electoral , financiera y mediática en marcha liderada por los Estados Unidos y los bloques oligárquicos nacionales y regionales, para recuperar el terreno perdido. La activación de la IV Flota, el creciente protagonismo del Comando Sur con acuerdos con gobiernos y ejércitos para intervenir en los asuntos internos de los países con el pretexto de combatir la delincuencia, el narcotráfico o el terrorismo y la subversión, la apertura de nuevas bases militares, el golpe en Honduras, las victorias electorales en Panamá, Colombia, México, Chile, etcétera, son hechos que testimonian una voluntad estratégica de retomar la iniciativa y de enfrentar en todos los terrenos las demandas de justicia y de soberanía de pueblos y gobiernos latinoamericanos. El desafío para la izquierda latinoamericana es cómo enfrentar exitosamente esta ofensiva de la derecha, manteniendo los espacios conquistados, acelerando el proceso de integración regional y profundizando los cambios necesarios para mejorar constantemente las condiciones de vida de la población y elevar su conciencia emancipatoria. Como también se afirmó en el Foro de Sao Paulo “ la cuestión práctica es cómo hacer esto evitando dos errores: uno es la tentación de ir más allá de nuestra capacidad para sostener el proceso político; otro es no hacer lo necesario para acumular fuerzas en dirección al socialismo”.
5. La aprobación del TLC y el continuismo en el gobierno del bloque oligárquico que impuso a Arias en la anterior administración, configura una situación de poder de la derecha en nuestro país que le permite intensificar las políticas neoliberales y el sometimiento a los intereses hegemónicos de los Estados Unidos. Cuando nos enfrentamos al TLC señalamos que no se trataba de posicionarse simplemente frente a puntos concretos del Tratado, sino frente al modelo que el Tratado suponía, y ya estamos asistiendo a las consecuencias. Es obviamente el mismo modelo neoliberal que vienen impulsando y construyendo desde principios de los ochenta, pero que precisamente cuando entra en crisis en el Continente el recetario del Consenso de Washington, la derecha apoyada en el TLC puede más bien radicalizar el modelo en Costa Rica. La arremetida contra los servicios públicos de educación, salud, seguros, banca, telecomunicaciones, electricidad, muelles, aeropuertos, carreteras, unida a la ofensiva contra derechos sociales, civiles y laborales, por una nueva apropiación de recursos naturales e intelectuales y por nuevas mutilaciones a la soberanía nacional mediante la integración a la geopolítica estadounidense, expresan un fortalecimiento del bloque hegemónico neoliberal. En ese bloque es posible distinguir a la oligarquía política colusionada en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial y en las cúpulas de los partidos del G-38 hoy reconstituido con el pacto Li-Li, a las corporaciones transnacionales, al sector financiero, al poder mediático y empresarial, y a una amplia y ramificada red tecnocrática de intelectuales orgánicos, bufetes, altos ejecutivos y funcionarios. Estos últimos han copado los entes reguladores y los altos cargos en ministerios, banca pública e instituciones autónomas. Habría que agregar la presencia siempre influyente de las agencias internacionales del poder global como el Banco Mundial, el FMI, la OMC, la OCDE. La presencia militar estadounidense y la incorporación del país a las políticas de seguridad orquestadas desde el Plan Colombia y el Plan Mérida, apuntalan a este bloque en la estrategia regional de consolidación y recuperación de la política global del neoliberalismo.Es un bloque complejo, no monolítico, ahí se instalan diversas contradicciones y lucha de intereses, que se mueve tendencialmente hacia la profundización de la política neoliberal, pero con fisuras como el voto de la Sala IV en relación con SINTRAJAP, el agua, las discrepancias en torno a Crucitas y el modelo extractivo y depredador de recursos naturales, o el referéndum sobre derechos de parejas del mismo sexo, para poner unos ejemplos.
6. El éxito de las políticas neoliberales está condicionado por las repercusiones de la crisis. Si bien es cierto que la crisis internacional no repercutió en Costa Rica y en otros países de la región, con la gravedad que se había pronosticado, no deja de tener efectos negativos en el comportamiento de la economía nacional, que se manifiesta en la caída moderada de las exportaciones y del turismo, el aumento del desempleo, de la desigualdad social y seguramente de la pobreza. Lo más notable es el aumento significativo del déficit, que supera el 5% del PIB, el más alto de los últimos 20 años. La mitad del presupuesto que el Ejecutivo ha presentado a la Asamblea Legislativa será financiado con deuda, se trata de un déficit fiscal insostenible si el gobierno no logra la aprobación de nuevos tributos o la concesión de nuevos empréstitos. En los presupuestos de las instituciones autónomas la situación es igual de preocupante. El gobierno no sólo se verá en dificultades para cumplir sus promesas y compromisos, sino que tendrá que enfrentar oposiciones si recurre a mayores restricciones salariales y de atención a las demandas sociales. En esa situación es de esperar grietas y fugas, incluso recomposiciones tácticas en el bloque. Todavía es incierto el nuevo curso de la crisis económica y financiera mundial, aunque esta semana el presidente Obama, después de regresar de las vacaciones, presentó perspectivas poco alentadoras, sin descartar un nuevo ingreso en perspectivas de recesión. Lo que se puede garantizar es que tendremos por delante un largo período de inestabilidad que terminará golpeando a nuestro país.
7. El bloque progresista-popular después del impresionante desarrollo y desenvolvimiento que tuvo en la lucha contra el TLC, salió muy golpeado de la derrota, que tuvo su manifestación en los resultados electorales. Hoy reina la fragmentación y la dispersión, la ausencia de un proyecto que articule en un frente común las diversas demandas y resistencias y los siempre numerosos descontentos y malestares. Es alentador ver como la gente sigue organizándose y luchando frente a diversas amenazas, como el caso de Crucitas, o de SINTRAJAP y los muelles de Limón, los movimientos en defensa del agua, en contra de las concesiones corruptas o de la presencia de militares estadounidenses, en defensa de los derechos civiles de las personas homosexuales, del presupuesto de la educación pública superior, de los pueblos indígenas, de la salud pública o de los salarios. Son luchas que testimonían una sociedad con espacios de resistencia y una masa crítica en ebullición dispuesta a movilizarse con diversas magnitudes e intensidades. Pero esta pluralidad de resistencias ni comparte una alternativa a largo plazo, necesaria para presentar objetivos y motivar acciones en capacidad estratégica de disputar la hegemonía, ni tiene una visión táctica compartida que articule las luchas y las potencie frente a un adversario que sí actúa con importantes niveles de coordinación y de unidad.
8. La correlación de fuerzas internacionales, de fuerzas sociales y de fuerzas políticas y de partidos es entonces desfavorable para nuestras luchas, pero con elementos que podrían cambiar el curso de los acontecimientos, dadas las perspectivas de la crisis internacional, la situación positiva en América Latina, los problemas del bloque neoliberal para mantener sus políticas y su unidad y la conciencia alcanzada desde las luchas del Combo hasta hoy, por importantes sectores de nuestra sociedad. El avance de un esfuerzo de coordinación y de articulación de los sectores antineoliberales, principalmente de los que están involucrados ahora en luchas concretas, podría permitirnos actuar con eficacia en la coyuntura. Necesitamos compartir no sólo la unidad en la acción, sino los ejes de un proyecto de país. Promover los encuentros necesarios para la convergencia de la lucha social y la lucha política, y pasar de la yuxtaposición de las luchas a su articulación en un bloque popular de contrapoder hegemónico, es una tarea al alcance de las fuerzas populares y progresistas. El Frente Amplio puede y debe jugar un papel muy positivo en ese esfuerzo: mejorando nuestra capacidad de análisis, fortaleciendo nuestra fuerza política y su participación en las luchas, promoviendo el diálogo y el debate necesarios para la construcción de plataformas unitarias en los diversos sectores y en el conjunto de fuerzas alternativas.
(Presentadas en la sesión de la Comisión Política del Partido Frente Amplio, celebrada el pasado 4 de septiembre en San José, como aporte introductorio al análisis y al debate colectivo)