Una visión desde la economía política
Msc. Sergio Reuben Soto
La inflación que estamos viviendo, como lo discutí en un artículo anterior, tiene varios orígenes, la irresponsabilidad del Gobierno de Bush con la invasión a Irak originando un gigantezco desequilibrio mundial en los suministros de crudo y gas natural, el creciente dominio de los mercados por parte de empresas que determinan el precio de sus productos en función de sus estrategias de ganancia, la respuesta de la Reserva Federal de los Estados Unidos a la crisis hipotecaria inundando de dólares sin respaldo los mercados financieros y, finalmente, los subsidios estatales a los campesinos de los países ricos, que con el beneplácito inconsciente de los gobiernos neoliberales de los países pobres, resultó en el desplazamiento de sus poblaciones campesinas y la pérdida de su capacidad productiva de alimentos.
Pero a estos factores (o “choques externos” en el argot de la síntesis neokeynesiana) hay que sumarles los desaciertos en política monetaria de los Bancos Centrales y en las políticas económicas y comerciales de los gobiernos.
Así, la transformación de estos bancos en entes “neutros” cuyas medidas no pueden perseguir otro objetivo que el “control” de la inflación, ha dejado a estas instituciones, paradójicamente, sin instrumentos efectivos para esta labor, con un menú de política que se reduce básicamente a las tasas de interés, los tipos de cambio y la oferta monetaria(*).
Para el caso de nuestro país, la política de variaciones en las tasas de interés ha sido neutralizada por la afluencia de capital de inversión directa o especulativa y las decisiones del Banco Central en relación con la oferta monetaria. Con tasas de interés negativas(*), el ahorro deja de tener incentivo, estableciendo una especie de demencia consumista que no tiene otro plazo, mas que dos palmos de nuestras narices. Es la Economía del Carnaval…
Por otra parte, el Banco Central ha hecho un esfuerzo por generar una política cambiaria consecuente. El sistema de bandas permite una modulación del tipo de cambio dentro de límites que hacen posible regular los ataques especulativos a la moneda. Pero a su presidente le ha faltado la consistencia que como representante del pueblo en materia monetaria le corresponde. Temeroso a los efectos de una reevaluación del colón con respecto al dólar sobre las ganancias de las empresas exportadoras y de turismo, no ha reaccionado como correspondía a su responsabilidad. Y prefirió sacrificar a los asalariados antes que las ganancias de las empresas, cuando el colón se fortaleció. Olvidó el señor Gutiérrez que esas empresas tienen más de 30 años de usufructuar de regímenes de protección y subvenciones que han trasladado a sus dueños ingentes recursos de todos los costarricenses.
Pero en una situación tan delicada como la que vive en este momento nuestra economía, con un nuevo debilitamiento del colón y amenazas inflacionarias externas, un presidente de banco central no debe dudar de echar mano del último instrumento que la doctrina neoliberal le deja: el control de la oferta monetaria. En el Programa Macroeconómico (sic) 2008-2009 del Banco Central, se reconoce explícitamente que la oferta monetaria en su componente más líquido ha crecido durante el último año como no lo había hecho en los últimos siete (p.5). Y que el crédito del sistema bancario nacional se expandió durante ese año el 27%, por encima del 19% del año interior. No obstante esa constatación y el reconocimiento de que “… la expansión del crédito […] podría materializarse en un mayor impulso de la demanda, con implicaciones directas sobre los componentes de la inflación más sensibles a la demanda.(sic)”, el Banco Central no se plantea ni por asomo la posibilidad de reducir la oferta monetaria por los medios que tiene a su disposición, incluyendo su potestad de variar el encaje legal.
Ante estas consideraciones los ciudadanos debemos pedir del Banco Central una política clara y transparente de combate a la inflación. Los operadores económicos, los asalariados, los ciudadanos tienen el derecho de conocer cuales serán las medidas que se tomen para reducir la inflación. No es posible que el trabajo de los costarricenses se siga devaluando día a día, en el transcurso de los años, con el aumento incontenible de los precios de los productos necesarios para llevar una vida digna.
El Banco Central tiene un instrumento que no ha querido aplicar en estos últimos años y que consiste en la reducción de la oferta monetaria por vía del aumento del encaje legal. Reducir la cantidad de dinero que tiene nuestro mercado financiero es una medida heroica para un presidente de Banco Central –generalmente banquero también y con intereses en el ramo– pero la responsabilidad ciudadana y la ética a la que se debe, debe prevalecer sobre esos intereses y los postulados teórico-abstractos que sustente.
(*) Banco Central, Programa macroeconómico, 2008-2009,
http://www.bccr.fi.cr/flat/bccr_flat.htm
Artículo publicado en el Semanario Universidad, Número 1762, del 12 al 18 de junio de 2008.