Una visión desde la Economía Política
MSc. Sergio Reuben Soto*
La inflación, o el aumento generalizado de precios, lo que hoy estamos viviendo en Costa Rica, es un fenómeno tan viejo como el capital. Pero, mientras en las formas primitivas de organización la inflación tuvo su origen en la adulteración de la moneda con la reducción de los metales preciosos en su cuño, conforme se extendió y generalizó la forma dinero de valor, su origen se articuló con el aumento desproporcionado de la cantidad de dinero, o bien -lo que es lo mismo- con un crecimiento desproporcionado del crédito con respecto a los valores que lo respaldan.
Pero para poder comprender el fenómeno que estamos viviendo, a estos orígenes clásicos de la inflación se le deben agregar otros “espurios”. En los días del capitalismo competitivo, cuando existía un relativo alto nivel de competencia, las causas señaladas arriba jugaban un papel importante; pero conforme esa organización fue minada por la concentración y centralización del capital con mercados oligopólicos y oligopsónicos, los precios comenzaron a formarse menos en función de la oferta y la demanda y más en razón del cálculo de la tasa de ganancia esperada por las empresas líderes del mercado (cf. Baran, Swezzy, Labini S. entre otros).
Los esfuerzos que antes se hacían para mejorar la administración y para el desarrollo de métodos de ingeniería industrial orientados a la reducción de costos y la eficacia productiva y al mejoramiento del diseño de los productos, fueron abandonados o reorientados hacia métodos financieros que buscan aumentar los rendimientos del valor del capital en vez de aumentos reales en la productividad propiamente dicha. Así se comenzó a separar el valor de la producción, del valor del capital. En términos comunes se puede decir que “… las empresas comenzaron a valer más de lo que su producción valía…”
Y cuando las economías nacionales se articulan estrechamente a un mercado global, los desajustes inflacionarios en un país pueden ejercer influencia en los otros, particularmente cuando ese país representa una proporción importante del mercado total.
Estas nuevas condiciones han generado procesos inflacionarios como los que hoy estamos viviendo, “burbujas” que inflan la cantidad de dinero sin que haya detrás del valor que éste representa, un sustento real de producción material. Virtuales “llamados a cuentas”, a los dueños del capital, por haber perdido el anclaje del valor a la producción material y así a la actividad laboral física e intelectual del ser humano.
Si comprendemos la economía de esta manera, es posible advertir que la inflación que estamos sufriendo tiene varios orígenes:
Sin duda hay un efecto de la irresponsabilidad del gobierno de los Estados Unidos, al generar enorme inestabilidad en la comunidad internacional con la invasión de Irak y su política agresiva contra el “eje del mal”, con resultados desastrosos para el abastecimiento internacional de petróleo y gas natural.
Así como hay un efecto de la desregulación unilateral del comercio internacional, sin que se actuara sobre las subvenciones a la producción agrícola de los países ricos como correspondía al credo del mercado libre. Nuestros gobiernos neoliberales se tragaron esa píldora dorada, y crearon efectos desastrosos en el agro nacional y, en general, en la actividad económica orientada al mercado nacional, desequilibrando la estructura de producción en contra del mercado interno.
Y al mismo tiempo, ese mercado, al ser dominado cada vez más por grandes empresas que determinan los precios de los productos de sus ramos en función de sus estrategias de ganancia, no ofrece las condiciones para una formación equitativa de los precios.
Y más recientemente, al estallar la burbuja hipotecaria de los Estados Unidos, las autoridades financieras y monetarias de ese país actúan unilateralmente con relación al sistema financiero mundial, encubriendo y paliando la irresponsabilidad de sus banqueros, y trasladando a todo el mundo las pérdidas originadas precisamente en el desfase entre el valor de sus ingresos y la riqueza real existente.
Resultado: devaluación del dólar con el consiguiente aumento en los precios de un buen numero de productos que se compran en el mercado internacional.
El panorama no podía ser más claro…, y al mismo tiempo más sombrío.
¿Y nuestros gobiernos? ¿Y sus economistas de penacho? “¿Qué se hizo don Eduardo Lizano y los infantes de la Academia Centroamericana?” Quienes con sus recetas ortodoxas de política monetaria y económica, crearon una estructura económica altamente vulnerable a las crisis internacionales y legaron un restringidísimo menú (como decir “un plato del día”) de acciones políticas con las que regular la economía. Los resultados de sus desaciertos son hoy una inflación automática y empobrecedora.
El gobierno no puede ahora eludir la responsabilidad que tiene en el empobrecimiento de los costarricenses, cuando ha sido uno de los que han propiciado la política de apertura comercial unilateral.
* Catedrático Escuela de Sociología, Universidad de Costa Rica. Publicado en Semanario Universidad No.1759, del 22 al 28 de mayo de 2008.