José María Villalta Florez-Estrada*
El nuevo Código Electoral aprobado en 2009 permite la conformación de uniones o alianzas de partidos políticos mediante la figura de las coaliciones. A través de este mecanismo distintos partidos pueden presentar candidaturas comunes bajo un programa común de gobierno sin perder su identidad y sin que un partido sea absorbido por otro. Para ello las candidaturas y el programa común se inscriben bajo un nombre y una divisa distintos a los de los partidos coaligados. Esta “unión” formalizada coexiste con cada uno de los partidos que la integran, los cuales incluso, pueden presentar candidaturas separadas en los cargos de elección popular donde no participa la coalición.
Un elemento fundamental es que las coaliciones pueden crearse a escala nacional, provincial o cantonal. Es decir, dos o más partidos pueden unirse en todas las provincias y cantones o solo en algunos. A su vez, un mismo partido puede participar en varias coaliciones distintas a escala provincial y cantonal, las cuales pueden estar integradas por partidos diferentes, ya sean nacionales, provinciales o cantonales.
Las coaliciones cantonales irrumpieron en las elecciones de febrero de 2010, canalizando principalmente el esfuerzo unitario de fuerzas patrióticas locales que lucharon contra el TLC. Por primera vez, se inscribieron nueve coaliciones cantonales en Montes de Oca, Alajuela Central, San Carlos, San Ramón, Zarcero, Poás, Heredia Central, Barva y Santa Bárbara. En todas ellas participó el Frente Amplio.
A pesar de los novedoso de la experiencia, el poco tiempo y los casi nulos recursos con que contaron para la campaña, cuatro de estas coaliciones lograron elegir regidores: Alianza Sancarleña, Liga Ramonense, Barva Unida y Coalición Patriótica de Alfaro Ruiz (Zarcero). Otras como Montes de Oca Unida estuvieron muy cerca de lograrlo (60 votos abajo del subcociente) El mérito es mayor en cantones como Barva y Zarcero que solo eligen cinco regidores, por lo que la injusta regla del subcociente exige votaciones superiores al 12,5% de los votos válidos para participar en la repartición de regidurías.
Pero, en todos los casos, estas coaliciones obtuvieron votaciones notablemente más altas que las que habrían conseguido los partidos coaligados si hubieran participado por separado.
Su importancia. Las coaliciones son el medio natural para consolidar y formalizar la unidad de distintas fuerzas políticas. Su virtud fundamental es que permite a las personas partidarias de diferentes agrupaciones políticas participar juntas en los procesos electorales sin renunciar a su bandera, ni a su doctrina ni a su afiliación partidaria. Y, al mismo tiempo, sin tener que darle la adhesión a ninguno de los otros partidos participantes.
Permiten priorizar las coincidencias entre partidos distintos sin renunciar a las diferencias. Respetan la diversidad de pensamiento entre los que luchan por una causa común pero no son iguales. Puede ser que de 10 puntos de agenda dos partidos tengan coincidencia en 7 pero discrepancias notables en 3. Aunque haya voluntad unitaria, la unidad puede fracasar si se fuerza a la militancia de un partido a levantar la bandera y adherirse a los órganos del otro partido con el que no se comparten esos 3 puntos. La coalición permite conformar la unidad con una bandera neutral y un programa común que abarque los puntos de acuerdo, pero facilitando también que la militancia de ambos partidos mantenga su identidad partidaria, su espacio para seguir impulsando por separado los puntos de discrepancia.
Por el contrario, imponer la uniformidad a lo diverso es una forma de autoritarismo muy en boga en estos días. Es autoritaria la unidad que se pretende construir aplastando la diversidad, negando o escondiendo las diferencias. Pero además es ficticia, está pegada con chicle. Y destinada al fracaso. En cambio, el respeto a la diversidad fortalece la unidad.
Vale la pena recordar esto, porque cada cierto tiempo, cuando se acercan las elecciones, surgen discursos que, en nombre de la unidad, pretenden presionar a la militancia de algunos partidos a que simple y llanamente se adhiera a otro partido. Los argumentos son variados, que el fin justifica los medios, que aquel es más grande y tiene más plata, que solo ese puede ganar o incluso la coacción burda de calificar como “traidor a la patria” al que no deponga su bandera. Sin embargo, los resultados casi siempre son los mismos, salvo casos excepcionales de extrema desesperación, la unidad termina fracasando, se acentúan las discrepancias y crece la hostilidad entre fuerzas que podrían compartir objetivos comunes.
Además de la vertiente autoritaria, hay una gran dosis de negación de la realidad en tales discursos. No se puede forzar a la gente que milita en un partido, grande o pequeño pero con base real, a sumarse sin más a otro. Por algo conformaron un partido con identidad propia, si quisieran adherirse a otro ya lo habrían hecho. Mejor sería reconocer la realidad y promover formas de unidad a partir de dicho reconocimiento. Ese es precisamente el aporte cualitativo de las coaliciones.
La unidad en lo local. Cada vez son más las personas y los sectores sociales que claman por la unidad de las fuerzas patrióticas y progresistas en Costa Rica. Desde hace ya varios años hemos venido intentando la constitución de una gran coalición nacional que agrupe a todas estas fuerzas y dispute el control del gobierno a los partidos neoliberales que siguen empobreciendo a nuestro a pueblo, ampliando la desigualdad social, degradando la naturaleza y privatizando el patrimonio nacional.
Sin embargo, esta gran coalición nacional todavía no ha sido posible. Por múltiples razones que seguramente incluyen una cuota de responsabilidad de todas las fuerzas políticas que hemos participado en el proceso.
Frente a este panorama pocas cosas han resultado más alentadoras que el surgimiento de las coaliciones cantonales. Su mérito es seguir promoviendo la unidad de las fuerzas patrióticas con creatividad, cambiando los métodos que no han funcionado. Si las negociaciones entre cúpulas han fracasado, las coaliciones cantonales se arman desde abajo, desde la base.
El potencial de estos esfuerzos unitarios locales es enorme. Permite dar continuidad en el ámbito electoral a los procesos de unidad de fuerzas sociales desarrollados a través de los comités patrióticos en la lucha contra el TLC. La opción de conformar coaliciones distintas a nivel cantonal, ya sea entre los mismos partidos o con partidos distintos, hace posible que la unidad se adapte a las condiciones particulares de cada cantón. Uniones que parecerían imposibles en el ámbito nacional resultan viables en algunos cantones.
Pero, además, se gana en experiencia unitaria, se derriban mitos y prejuicios al respecto. Las coaliciones cantonales son un primer paso que permite sentar las bases para construir formas de unidad en niveles superiores.
Como dijimos en el Frente Amplio a inicios del anterior proceso electoral: “Conocemos varios casos donde la dirigencia local de partidos nacionales está mucho más anuente a unirse en la papeleta municipal que sus líderes nacionales para la presidencia. Tal vez sea por la experiencia concreta de unidad de los comités patrióticos y el referéndum contra el TLC, tal vez sea por el tipo políticas que discuten y los problemas comunes que enfrentan (los del día a día) o por muchas otras razones, pero lo cierto es que la conciencia de esta gente está mucho más avanzada en cuanto a la construcción de la unidad que la de las cúpulas nacionales de sus partidos. Entonces, si esto es así, y no hay condiciones todavía para la “gran coalición que desaloje a los neoliberales del poder en el 2010” por algo tenemos que empezar, por construir estas coaliciones en los cantones donde sea posible. Como una forma de dar el ejemplo y sembrar la semilla para 2014. Empezar a practicar la unidad y no solo hablar de ello.”
Un poco de memoria. Las opciones que deja el nuevo Código Electoral para conformar coaliciones cantonales no siempre estuvieron garantizadas. De hecho, durante buena parte del trámite legislativo de este Código la voluntad de la gran mayoría de partidos que conforman la Asamblea era prohibirlas o limitarlas severamente.
Mediante una moción aprobada de forma unánime en la comisión que conoció el proyecto de ley se estableció la siguiente prohibición: “Un partido político no podrá integrar al mismo tiempo dos o más coaliciones para presentar candidaturas comunes en un mismo proceso electoral.” Así quedó el proyecto dictaminado en noviembre de 2008.
Evidentemente tal limitación buscaba restringir la conformación de coaliciones cantonales o provinciales. Si un partido integraba una coalición en un cantón quedaría impedido de participar en otra en cualquier otro cantón. De esta forma, si no se lograba una coalición nacional, las opciones de unidad en lo local quedaban heridas de muerte.
De haber entrado en vigencia esa norma, 8 de las 9 coaliciones que participaron en las elecciones de 2010 no habrían podido existir.
No ocurrió así porque, cuando el proyecto estaba cerca de ser aprobado en primer debate, el diputado José Merino logró que el Plenario Legislativo aprobara una moción de reiteración que eliminó la citada prohibición (21 de julio de 2009), dejando abierta la posibilidad de que un mismo partido participe en varias coaliciones a la vez con partidos distintos en circunscripciones territoriales diferentes.
La aprobación de esta moción fue costosa. Los partidos mayoritarios intentaron por todos los medios limitar la formación de coaliciones. Implicó una ardua negociación en la que el Frente Amplio tuvo que ceder en otras objeciones planteadas al proyecto como la injusta regla del subcociente o la creciente desigualdad en acceso al financiamiento de los partidos.
Recordar esta historia es necesario, porque nos recuerda que la creación de coaliciones cantonales no agrada en nada a quienes hoy ostentan el poder político en Costa Rica. Si los expertos en dividir a las fuerzas patrióticas trataron de bloquearlas por todos los medios, indica que vamos por buen camino.
Las amenazas actuales. Hoy se ciernen otras amenazas sobre las coaliciones cantonales. La principal es que el Tribunal Supremo de Elecciones acaba de cancelar todas las coaliciones que participaron en el proceso electoral de febrero de 2010.
Lo que es más grave: canceló la inscripción de las cuatro coaliciones que lograron elegir regidores en dicho proceso electoral. Esto fue hecho de oficio, sin consultar la voluntad de los partidos que conformamos esas coaliciones (Frente Amplio y Alianza Patriótica)
La razón de esta agresión también se remonta al Código Electoral. El artículo 85 inciso c) establece que las coaliciones dejarán de existir “pasado el proceso electoral para el cual fueron acordadas”, es decir, al día siguiente de las elecciones.
No hay excepciones. Esto ocurre aún cuando la coalición haya elegido representantes en cargos de elección popular como diputaciones, regidurías o alcaldías. Las coaliciones a través de las cuales estos representantes populares presentaron su nombre al electorado dejan de existir automáticamente, a pesar de que esa no haya sido la voluntad de los partidos que las conformaron.
De esta forma la ley fomenta la división y disgregación de los funcionarios públicos elegidos a través de las coaliciones. A pesar de que la población votó por candidaturas comunes promovidas por fuerzas políticas coaligadas, el Código promueve que cada una de las personas elegidas haga “casa aparte”, al disolverse prematuramente y de pleno derecho la coalición que las llevó a ocupar cargos públicos.
Durante el debate del proyecto el Frente Amplio también presentó varias mociones para revertir esta situación. Se propuso crear la figura de las coaliciones permanentes, uniones más estables y programáticas como las que existen en otros países de América Latina y Europa. También se intentó establecer que no se cancelarán las coaliciones cuando las asambleas superiores de los partidos coaligados así lo acuerden y que, en caso de coaliciones que eligieron representantes populares, la coalición se mantendrá al menos por el periodo para el cual estas personas fueron electas. No obstante estas propuestas fueron rechazadas en la comisión por las fracciones del PLN, el PAC y el Movimiento Libertario.
Sin duda la cancelación prematura y forzada es una amenaza para la constitución de coaliciones, especialmente si lo que se busca es promover procesos unitarios de más largo alcance. Por eso en el Frente Amplio estamos presentando un proyecto de ley para insistir en que se cambie esta injusta situación. Además, impugnaremos dicha restricción por ser inconstitucional.
En conclusión. Por todas las razones expuestas, la política del Frente Amplio ha sido y seguirá siendo promover procesos unitarios de las fuerzas patrióticas privilegiando la conformación de coaliciones a escala nacional, provincial o cantonal. Coaliciones basadas en programa común definido desde abajo, donde se respete la diversidad y la autonomía de las fuerzas políticas y sociales que integran el proceso. Igualmente daremos prioridad a aquellos procesos unitarios donde la coalición cuente con el respaldo y el impulso de fuerzas sociales y patrióticas locales. Las elecciones municipales de diciembre próximo, ofrecen una buena oportunidad. Llamamos desde el Frente Amplio a las fuerzas patrióticas del campo progresista a impulsar la construcción de coaliciones cantonales que mirando hacia lo local, puedan trascender hacia lo nacional.
* Diputado, integrante de la Comisión Política del Frente Amplio.
Fuente: Nuestro País