Escrito por José Merino del Río *
Los productores nacionales de papa y de cebolla están en vías de extinción. Miles de familias de Cartago y de otras regiones del país, que han vivido históricamente de la producción y venta de estas hortalizas en el mercado nacional, enfrentan desde hace años la desesperación y la ruina, en un proceso promovido por el abandono gubernamental de las políticas de seguridad alimentaria y por la firma de tratados de libre comercio que favorecen la desprotección de nuestros agricultores.
Mientras el gobierno permite y estimula la importación masiva de papas y de cebollas de mala calidad con aranceles ridículos, los campesinos costarricenses sin ningún apoyo público se ven obligados a destruir sus cosechas, o entregarse a inescrupulosos intermediarios que pagan, por ejemplo, al productor nacional de papa 650 colones por kilo, que el consumidor debe comprar a precios a veces superior a los 2 mil colones.
Lamentablemente el gobierno y algunos dirigentes de la Corporación Hortícola Nacional, mintieron a los agricultores cuando les aseguraron que la producción nacional de papa y de cebolla estaba garantizada; se lo dijeron cuando se firmó el TLC con Canadá, y se lo repitieron hasta la saciedad en el trámite del TLC con los Estados Unidos. Sin embargo, la realidad es hoy dramática y desesperante para decenas de miles de familias costarricenses.
Cuando el gobierno necesitaba el voto de esas familias para aprobar el TLC, mimaba a los dirigentes de la Corporación Hortícola, entregándoles cientos de millones de colones y convirtiéndoles en estrellas mediáticas. Ahora, aprobado el TLC, el gobierno se olvida de los compromisos contraídos, y según denuncia la misma Corporación Hortícola, ni siquiera se digna a responder a la angustia de las familias campesinas.
Habrá tiempo para exigir a cada cual sus responsabilidades, y para restaurar la verdad necesaria sobre el proceso traumático del TLC. Lo que urge ahora es la solidaridad con los paperos y cebolleros costarricenses que se niegan a morir. Con el hambre del pueblo no se juega. El gobierno debe saber que estos agricultores no están solos y que es imperiosa una intervención pública para frenar las importaciones salvajes, y para establecer verdaderas políticas de seguridad alimentaria.
* Diputado Partido Frente Amplio
Publicado en La Prensa Libre, martes 19 de mayo de 2009.