Cuando vemos en las redes sociales imágenes de muchas mujeres con la frase: “vivas nos queremos” muchos critican y cuestionan cual es la solución que se puede lograr con colocar esta frase en una imagen de la red. Sin embargo, es importante que nos vayamos más atrás de eso para entender el trasfondo.
Cuando niña recuerdo que mi padre decía: “Gre estudie para que ningún hombre tenga que barrer el piso con usted”, así en el pasar de mi vida me han educado para: tener cuidado, luchar por una profesión para poder irme cuando sea el momento. Me han enseñado a no andar a ciertas horas de la noche sola, no salir sola, tener precaución si está muy oscuro no se debe caminar por ahí. No usar ciertos tipos de ropa, en fin, son tantas las enseñanzas que se me dieron por el hecho de “ser mujer” que llega un momento en el que ya tienes miedo de muchas cosas y caminas (como solemos decir) con pies de plomo.
La sociedad ha creado una brecha en la cual como mujer nos debemos de cuidar, pero donde no se educa al hombre para que no nos maltrate. Normalizamos que ciertos piropos “son buenos” sin contemplar que nos hacen daño, nos molestan, incomodan, no los pedimos, y no los queremos.
Yo amo viajar y descubrir nuevos lugares, pero a veces lamentablemente me topo con noticias como la de Arantxa Gutiérrez López o María Trinidad Mathus, ambas extranjeras, visitantes de nuestro país y cuya luz se apagó en manos de hombres por estar en un lugar donde “una mujer no debe o a las horas que una mujer no puede” según muchos de los comentarios que se lograron leer en redes, en estos y muchos otros casos, o que simplemente se escucha cuando se habla del hecho. O como el más reciente de los femicidios ocurrido en Quepos donde vemos una mujer profesional, independiente, sin relación sentimental alguna de por medio y que no pudo contar con la libertad de darse el gusto de viajar sola porque tuvo que enfrentarse a ser violentada hasta el punto de la muerte. Entonces es cuando entran inquietudes sobre ¿qué nos espera a las mujeres que queremos salir a disfrutar de un viaje de relajación solas?
La peor de las noticias, es que ante estos femicidios nos impacta más el ¿Qué hacía ahí a esas horas? Que el acto de violencia en sí. Dudamos de la mujer mayor de edad que se dice víctima de un abuso sexual y tenemos el cinismo de cuestionar “qué hacías, la forma como vestías y porque estabas ahí”.
A lo largo de muchos años hemos caminado por la vida con la convicción que ciertos actos y comportamientos no son violencia, un apretón fuerte en el brazo, un tono de voz más alto de lo normal, una burla entre amigos sobre el cómo viste, se ve o simplemente encasillar la vida de los demás por sentirnos en derecho, siendo las mujeres quienes trasladamos esos temores al ver a diario los femicidios en las noticias o diferentes medios, los secuestros o leer sobre las muchas agresiones y acoso a las que estamos expuestas por el simple hecho de ser mujer y que en muchos de los casos no pasa nada más (legalmente hablando).
He tenido la experiencia de crecer con 4 hermanos al lado, y he notado las diferencias abismales entre su vivir y el mío, he luchado por estudiar y tratado de dar lo mejor en mi trabajo como profesional y como ciudadana, pero ninguna de esas cosas hace que no sienta miedo cuando la carretera está oscura y debo regresar a casa. Cuando me encuentro en un lugar y escucho las burlas o comentarios sobre esta o aquella mujer y seguido lo que oigo son risas en lugar de un reclamo hacia el respeto, me doy cuenta que hay mucho camino por recorrer en esta lucha por el respeto y la empatía hacia nosotras.
No indico con esto que los hombres no sean también victimas en muchos momentos por la violencia e inclusive de género, pero lamentablemente los datos estadísticos no mienten y son las mujeres las principales afectadas por la violencia de género, no se trata de ser una feminista más dando una opinión, sino de crear una conciencia real sobre lo que hacemos y lo que queremos como sociedad y cuál es el país que queremos construir. En estos tiempos extraordinarios de pandemia estamos más dentro de casa y compartiendo con las personas de nuestros núcleos más cercanos, muchas veces en las noches me pregunto: ¿qué pasará con aquella mamá que desde antes era maltratada? ¿Qué pasa con esa mujer que a pesar de la pandemia debió salir por comida y termino en un hospital producto de una violación? ¿qué sucede cuando no puedo abastecer todas las necesidades (esposa, mamá, proveedora) y entonces el cierre del día es un grito, un golpe o un abuso sexual por parte de mi propia pareja?
Podemos escuchar en las noticias que a pesar de la pandemia seguimos teniendo secuestros, violencia doméstica y femicidios, pero muchos solo ven eso como un dato estadístico más. Estamos creando una sociedad que normaliza la violencia y con esto no vamos sino para el fracaso, es imperativo que los hombres se sumen al cambio desde sus espacios respetando las luchas de las mujeres sin querer tomar el protagonismo porque no lo tienen, sin embargo si tienen el poder de erradicar practicas dañinas con actitudes contrarias a normalizar chistes o bromas que denigren a las mujeres, evitando comentarios sobre las diferentes vestimentas de las mujeres y asumiendo su rol en el cuidado de los niños creando una paternidad integral y responsable.
Cuando como padres les enseñamos a los hijos o hijas a cuidar de todos por igual con base en el respeto y la empatía, estoy comenzando a hacer un cambio; debemos dejar de normalizar la violencia. Quiero creer que cada una de las niñas y jóvenes de hoy puedan llegar a mi edad sin miedos, que tendremos una Costa Rica que cuida de todos y todas y donde la violencia en cualquier sentido se trate con displicencia, donde los gritos se escuchen más fuertes ante un maltrato que frente a un partido de fútbol, pero sobre todo donde cada quien sea libre de hacer, vestir, ser y sentir sin que su género tenga peso.
Y si usted es de los que se cuestiona ¿Por qué vivas nos queremos?
La respuesta es simple, porque ninguna de nosotras sobra, porque somos mujeres: madres, hijas, hermanas, esposas, novias, tías, primas, doctoras, soñadoras, amas de casa, maestras, secretarias, artistas. . . pero sobre todo somos personas.
- Grethel Ramírez Gómez. Docente de matemática en el Ministerio de Educación y también labora en la Universidad Técnica Nacional. Licenciada en Educación Matemática y Máster en Administración Educativa.