Marielos Giralt Bermúdez.*
El Gobierno de Costa Rica ha venido internándose en un oscuro laberinto en el cual finalmente se ha quedado sin salida.
La gestión presidencial desde mayo del 2006 se concentró en una sola apuesta: la ratificación del T.L.C. a cualquier precio. Se torcieron brazos y voluntades para lograr el objetivo, pero sobre todo se torcieron conciencias mediante el engaño y la falsedad. El “memorando del miedo”, ha sido la expresión más clara del camino peligroso que tomaron los representantes gubernamentales, hasta quedar atrapados en una profunda crisis social y moral.
En plena temporada de huracanes, hemos presenciado otro tipo de tormentas: el desvío de fondos donados por el gobierno de Taiwán para construir viviendas a familias pobres, y que fueron destinados al pago de jugosas consultorías. Los fondos para la contratación secreta de consultores de Casa Presidencial, fue manejada por el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE). Además, está en la picota también, la custodia de millones de dólares de bonos de la deuda costarricenses (adquiridos por China), a través del banco BTC, uno de cuyos accionistas es el Embajador costarricense en ese país.
Los demás poderes de la República que decidieron obedientemente sumarse al séquito presidencial dentro del laberinto, han tenido que asumir también las consecuencias: el caso del Magistrado suplente, asesor legal del Gobierno, conmocionó a la opinión pública. La indignación aumentó ante la negativa de la Corte para realizar una investigación sobre la conducta del Magistrado, justificada por su Presidente al afirmar que se aplicó estrictamente la ley, ya que él “ no es un juez ético, sino de legalidad.” La reacción del gremio de los jueces (ACOJUD), no se hizo esperar , al presentar un recurso de revocatoria ante el máximo órgano del poder judicial.
Las numerosas protestas ciudadanas frente a los tribunales, lo mismo que las denuncias históricas de la Asociación de Jueces exigiendo imparcialidad y la administración clara de justicia, desnudaron de pies a cabeza el sometimiento del Poder Judicial a las órdenes emanadas desde Zapote.
El uso que se ha dado a la moral, vaciándola de su contenido esencial, muestra el abuso que los gobernantes han hecho de la responsabilidad que les compete ante el país, y de su propio juramento constitucional. Se ha dado un saqueo desvergonzado de principios y valores, a tal extremo de separar lo legal de lo moral, como si el auténtico administrador de justicia no tuviera la obligación de buscar el límite entre lo justo y lo injusto, entre el bien y el mal, entre la verdad y la falsedad.
La pérdida de autonomía que se ha dado en los poderes de la República, hasta quedar subordinados en la cadena de mando, ha llevado peligrosamente a no asumir las consecuencias sociales y morales que podrían traer para el país el responder a códigos burocráticos ciegos sustentados en lealtades partidarias. Este tipo de burocracia como dice un autor, “ crea un aparato al servicio de la tarea de la inhabilitación ética de los individuos”. Es decir, finalmente el juicio moral no cuenta en la toma de decisiones.
Es peligroso poner a andar una maquinaria impulsada por el miedo y “ la exclusión” de las voces críticas del sistema. La historia puede darnos ejemplos tenebrosos de aquellas maquinarias que cobraron vida propia, en nombre de una “ legalidad” inhumana que invisibilizó todo cuestionamiento moral.
Tal como lo había formulado Montesquieu, las leyes expresan el alcance de la libertad en cada uno de los pueblos; para alcanzar la libertad máxima, es imprescindible la separación de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. Al unificarse los poderes la libertad queda destruida, cayéndose en el despotismo como degeneración. Montesquieu se dio cuenta que una característica sobresaliente es que el tirano cae en el aislamiento, alimentando los gérmenes de su propia destrucción
La democracia verdadera como forma de vida, debe construirse sobre pilares morales: la verdad, la justicia, la participación solidaria…, muy lejos de la inclinación a fabricar miedos y mentiras, pues “ el mal humano carece de límites cuando no provoca remordimiento alguno, cuando sus actos se olvidan tan pronto como se cometen.”
* Profesora UCR.